Desarrollo económico frente a la pobreza en África subsahariana

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El continente se debate entre una nueva pujanza económica y la realidad de miles de personas que aún son víctimas de la pobreza y Enfermedades Ttropicales Desatendidas en África.

La realidad de la pobreza en África subsahariana

Que el titular de este post no te eche para atrás: ya han pasado los tiempos de esa retórica occidental lastimera que durante tanto tiempo ha victimizado al África subsahariana presentándola como un pueblo desgraciado. Nadie puede negar que en el continente vecino existen graves problemas, cuestiones de toda índole —de origen histórico, político, económico, climático, etc— que operan como generadores de pobreza. Pero urge romper los clichés y recordar que los pueblos africanos atesoran tanto talento, imaginación y capacidades emprendedoras como el nuestro.

De hecho, en términos económicos continentales —por supuesto en término medio, sin olvidar que una veintena de países africanos se encuentran entre los de peor índice de desarrollo humano—, se habla en los últimos años de un despertar económico. La mejoría del clima político y los marcos institucionales, así como la aplicación de programas económicos legitima hablar, con prudencia, de crecimiento.

El despertar económico del continente

Desde el año 2000, según el Banco Mundial, los países de África subsahariana han crecido en tasas similares a la media mundial. Entre las economías que más rápido lo han hecho destacan las de Mauritania (19,8%), Angola (17,6%), Sudán (9,6%), Mozambique (7,9%) y Malawi (7,8%). En 2011, el Banco Africano de Desarrollo detectó un aumento en el poder adquisitivo medio en el continente —de 1.370 a 6.800 euros al año, dato enfrentado con un promedio de gasto de entre 2 y 19 dólares al día—, y lo explicó en función “del aumento sostenido de los precios de las materias primas, el acceso masivo a la información —en especial a través de los teléfonos móviles—, el avance más o menos generalizado hacia la democracia, con gobiernos que empiezan a responder a las necesidades de sus ciudadanos, y las vastas migraciones del campo a la ciudad”.

Por supuesto que el proceso apenas está en marcha —y ha sido seriamente dañado por la pandemia de Covid19— y pendiente del verdadero cambio en las relaciones laborales y sociales. Para pasar de una prosperidad generalizada y no de casos nacionales de relativa prosperidad económica, son urgentes las mejoras de las condiciones de vida en general. Y esto pasa, necesaria y urgentemente, por erradicar las Enfermedades Tropicales Desatendidas.

Las ETD, una asignatura pendiente

Hablamos de un grupo diverso de 20 afecciones muy extendidas en regiones de pobreza en las que la seguridad del agua, el saneamiento y el acceso a la atención médica son deficientes. Entre ellas están la lepra, el pian, la filariasis linfática o la úlcera de Buruli, males prevenibles y tratables cuando se detectan temprano. Mejor aún es prevenir con estrategias sanitarias como las intervenciones en agua, saneamiento e higiene (a las que se consagra el programa WASH).

De acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud, “la población que necesita intervenciones contra las ETD disminuyó en un 25% entre 2010 y 2021, pasando de 2190 a 1650 millones. Además, a finales de 2022, 47 países habían eliminado al menos una ETD”. En ese mismo año, la OMS estableció una nueva hoja de ruta sobre las Enfermedades Tropicales Desatendidas, con el horizonte temporal de 2030. Hay mucho trabajo por hacer: la pobreza no estará erradicada mientras existan estos males.

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