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Salud mental en África: tabú en muchos países africanos

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En África, la salud mental sigue siendo un tema invisible y estigmatizado. La depresión, la ansiedad y los trastornos derivados de conflictos armados afectan a millones de personas, pero pocas reciben la atención que necesitan. El contexto cultural y la falta de recursos médicos y económicos condenan a la salud mental a una crisis silenciosa que urge ser identificada y debidamente atendida.

La salud mental en África: una realidad preocupante en distintas regiones

El contexto de la salud mental africana varía según las regiones. En países del Sahel y del Cuerno de África, los conflictos bélicos y los desplazamientos son responsables directos de traumas individuales y colectivos. En grandes ciudades como Lagos, Nairobi o Johannesburgo, el estrés urbano y la precariedad económica favorecen e incrementan el clima de ansiedad y depresión. En comunidades rurales, el aislamiento y la falta de servicios especializados agravan los problemas, dejando a muchas personas sin diagnóstico ni tratamiento.

Estadísticas alarmantes en África

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos 116 millones de africanos padecen algún trastorno mental, de los cuales apenas un 20% recibe alguna clase de tratamiento. De acuerdo a la misma institución, África cuenta con una de las tasas más bajas de profesionales de salud mental de todo el mundo; hasta tal punto que, en algunos países, hay menos de un psiquiatra por cada millón de habitantes.

El peso del estigma en la salud mental

A esta situación de precariedad hay que añadir el tabú que, en muchas culturas africanas, supone abordar temas como la depresión o la esquizofrenia. Las familias tienden a ocultar a los enfermos por miedo al rechazo social. En algunos casos, las personas con trastornos mentales son confinadas en sus hogares o llevadas a centros religiosos en lugar de recibir atención médica. La gran influencia de las culturas tradicionales, a menudo vinculadas con una visión de lo mágico de origen animista, no sirven para combatir el sufrimiento individual; más bien lo estigmatizan e invisibilizan. El desarrollo de políticas públicas inclusivas es una gran asignatura pendiente.

Principales barreras para acceder a atención en salud mental

Desgraciadamente los obstáculos son diversos y de múltiples índoles. Por un lado, como se señalaba más arriba, hay escasez de hospitales, clínicas y especialistas. Muchos países destinan menos del 1% de su presupuesto de salud a la atención psicológica o psiquiátrica. Por otro, el coste de los tratamientos supone otra barrera de acceso. Incluso cuando existe atención disponible, el precio de las consultas y medicamentos resulta inaccesible para gran parte de la población, máxime en zonas rurales o de bajos ingresos.

Iniciativas para mejorar la salud mental en África

A pesar de estas dificultades surgen iniciativas prometedoras. Uganda y Kenia están entre los países de vanguardia, gracias a programas comunitarios que están capacitando a trabajadores sociales y líderes locales para ofrecer apoyo psicológico básico. En Sudáfrica, universidades y ONG están promoviendo el acceso gratuito a terapia online. Etiopía también ha impulsado planes nacionales integrados en la atención primaria, acercando servicios de salud mental a comunidades rurales.

Educación y sensibilización para romper el estigma

Pero urge tomar medidas, y entre ellas pocas son tan importantes como una educación que transforme la percepción de la salud mental. En ese sentido, toda campaña escolar, programa comunitario o testimonio público de figuras influyentes es de inmensa ayuda de cara a normalizar la depresión o la ansiedad. Romper el silencio es el primer paso para construir sociedades más empáticas y resilientes. Y en paralelo, invertir en formación, sensibilización y atención especializada. No es solo una cuestión sanitaria: es también una apuesta por la dignidad, la inclusión y el futuro de África. Y, por extensión, de todo el mundo.

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