Arsènne: enfermero jefe del centro de salud de Chièpo, Costa de Marfil

Lo cierto es que, cuando llegué aquí y vi el centro, a punto estuve de marcharme. Te lo aseguro. Porque me encontré un centro en muy malas condiciones.

El edificio de la maternidad no se parecía nada al que se ve ahora. Parecía cualquier cosa menos una instalación sanitaria. Había corriente en el pueblo, pero no en el centro de salud. Era complicado poder lavarse. Y lo mismo pasaba cuando teníamos que realizar curas.

La falta de acceso a agua. No teníamos ni aseos. Ya sabes que, para mantener la salubridad, no conviene defecar fuera, ni orinar fuera. Puede provocar enfermedades. Pero, si no hay aseos, ¿qué se puede hacer? Teníamos que arreglárnoslas. Y cuando venían los pacientes y nos preguntaban dónde hacer sus necesidades no sabíamos a dónde enviarlos.

Tanto en el dispensario como en la maternidad hay habitaciones, pero era hacia allí hacia donde le decíamos a las mujeres que debían ir a aliviarse. Y además el problema también nos afectaba a nosotros, porque no nos podíamos lavar y, ya sabes lo importante que es en una instalación sanitaria, más allá del uso de medicamentos.

Uno de los problemas que había en este centro es que la gente se iba. Yo soy el que lleva más tiempo y es debido a las antiguas condiciones laborales. Pero, cuando el personal sanitario dura en un lugar, llega a conocer a la comunidad a la que atiende.

La comunidad también conoce al personal sanitario y se genera un clima de confianza entre ambas partes, algo que ayuda mucho a ocuparse de los enfermos, porque no podemos curar a alguien a quien no conocemos.

Sí, las cosas por fin cambiaron cuando llegaron la Fundación Raoul Follereau y la Fundación Anesvad. Logramos tener electricidad y ahora disponemos de climatización en los despachos. Antes no era posible.

Ahora disponemos de grifos y de aseos en las diferentes consultas. Incluso tenemos una incineradora, que es vital. Si no hay una buena gestión de los residuos, sobre todo, de los infecciosos, un paciente puede llegar, por ejemplo, con malaria y volver a su casa con una enfermedad más grave.

Contábamos con una fosa para incinerar que suponía un peligro medioambiental, un peligro para nosotros mismos y un peligro para los que estaban cerca, además de para los niños que venían a jugar. Esa era la situación, pero gracias a la incineradora que se ha instalado ya no es así.

Es la única así en toda la región. Ahora estamos contentos. Podemos ocuparnos de las cajas de seguridad y de los residuos in situ. Y el Estado ha descubierto que la incineradora es una mejor solución. En la actualidad se está evaluando si las demás estructuras sanitarias de Divo pueden enviar sus residuos aquí a Chièpo para tratarlos.

Para mí es el hecho de que para garantizar la viabilidad del proyecto se han tenido en cuenta muchos aspectos, no solo la rehabilitación del centro y de su equipamiento. Se ha organizado a la población para mejorar la participación comunitaria. Se le ha formado para que sean conscientes de la importancia de la higiene y el saneamiento. Se han instalado papeleras en el pueblo para recoger y acumular los residuos en un lugar mejor.

Todo ello tiene un verdadero impacto, porque recibíamos muchos casos de gastroenteritis que tienen su origen en la mala calidad de vida, en una higiene inadecuada y en un agua de mala calidad.