Sabemos que el coronavirus ha trastocado el modo de vida de millones de personas en el continente africano. Ha afectado no solo a su salud, sino también a la economía africana. Jóvenes emprendedores como Annabel e Inès nos cuentan sus retos ante la pandemia y cómo han recuperado su actividad comercial.
Economía africana
Annabel Dosoo regenta un salón de belleza en Accra, la capital de Ghana. Desde el inicio en marzo de las medidas de distanciamiento social decretadas en el país, y como muchos pequeños comercios en la capital, ha sufrido un parón en su actividad. “La gente que venía a arreglarse el pelo para una boda u otro evento social no ha venido, todo se ha suspendido. Antes del confinamiento había comprado muchos productos. Pensaba que tendría trabajo, pero las cosas no salieron como yo esperaba. Así que pasé un tiempo de dificultad económica”. Nos relata desde su establecimiento en el barrio de Newtown, uno de los étnicamente más diversos de la ciudad.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los jóvenes africanos son las principales víctimas de las consecuencias socioeconómicas de la crisis en el continente, ya que el 93,4% de ellos tienen un empleo informal, muchas veces vinculado a los sectores más afectados por la COVID-19.
La madre de Inès Adjoula tiene un puesto en el gran mercado de Dantokpa, en Cotonú (Benín). Durante las vacaciones escolares, Inès siempre la ayudaba a atenderlo. Ahora ella, tras diplomarse en comercio y marketing, regenta el establecimiento «Olouwatobi» en Abomey-Calavi. Inès afirma que “desde el cierre de las fronteras, todo quedó bloqueado. Al principio, todo iba bien porque tenía bastantes productos en stock. Ahora es más complicado: algunos productos se han agotado. Me veo obligada a comprarlos a otros comercios o a explicar a la clientela que se han agotado las existencias.”
En un contexto difícil, la economía sufre más
Tanto Inès como Annabel han sufrido las consecuencias de la pandemia en términos económicos, en un contexto ya difícil para desarrollar sus negocios y con empleados a su cargo. En el caso de Inès ha “dado de baja a tres vendedoras”, que pretende volver a contratar cuando vuelva la normalidad. Según ella, “la empresa requerirá al menos un año de actividad después de la crisis para recuperarse”.
Aun y todo, en el horizonte se atisba la esperanza de la recuperación. Según Peter O’Reilly, de la Liverpool John Moores University del Reino Unido, las economías africanas podrían ser mucho más resistentes a futuras crisis exógenas si potenciasen sus propias capacidades industriales y diesen prioridad a las redes de producción regionales a través de cadenas de suministro más cortas. De momento, Annabel se ha adaptado al contexto: “para que el negocio remonte hago algunos servicios a domicilio. Gracias a las redes sociales he sido capaz de comunicarme con mis clientas online, recoger sus pedidos y enviarles pelucas confeccionadas cuando las tengo listas”.