Innovación científica en África: Un futuro brillante

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Joven y pujante, la escena científica africana trabaja por la solución de sus problemas, pero también asume los globales. Pese a la falta de medios, territorios como Etiopía o Somalia despuntan entre los países que asumen estos retos.

Según el cliché poscolonial, la actividad científica siempre tiene lugar en laboratorios en suelo occidental, donde fundamentalmente hay hombres blancos —predominio europeo y estadounidense— trabajando en la solución de los grandes problemas del mundo. Sin desmerecer a nadie que se desvele por hacer de nuestro planeta algo mejor, cabe preguntarse, ¿cuántas películas o series muestran a científicos africanos embutidos en una bata blanca, trabajando entre probetas e instrumental de última generación?

Urge señalar que África no solo está en la encrucijada por sufrir algunas de las problemáticas más severas de la humanidad: también está en línea de vanguardia en la búsqueda de soluciones. Si el continente está destacando en los últimos tiempos por su emprendimiento empresarial, hay que destacar que parte de esta iniciativa se encuadra en su joven sector científico. Y que, en paralelo, este revierte en su panorama socioeconómico.

Un centro de alto nivel en seis países subsaharianos

Sobresale el trabajo del Instituto Africano de Ciencias Matemáticas (AIMS), que está formando a los mejores científicos de África, personas de 43 países que gozan de maestrías en Ciencias Matemáticas o Inteligencia Mecánica. Desde sus bases en Suráfrica, Senegal, Ghana, Camerún, Tanzania y Ruanda, el AIMS se está nutriendo de jóvenes investigadores de todo el mundo, trayendo de vuelta a África a muchos de ellos para trabajar en tecnología, ingeniería y matemáticas, y en su aplicación a la agricultura, la salud, el comercio y la logística, la tecnología financiera, la economía circular y la energía.

Como señala Nathalie Munyampenda, directora gerente de The Next Einstein Forum —iniciativa del AIMS— la investigación científica en África goza de buena salud gracias, entre otras cosas, “a la financiación de grupos farmacéuticos que han formado a africanos y han construido instalaciones de investigación”.

Retos y oportunidades de la ciencia en África

Resulta clave que África trabaje por las soluciones a sus propios problemas. Florence Oloog, keniana fundadora del Comité Ético de Strathmore, que vela por que los ensayos científicos en todo el continente, da en una entrevista con la periodista María Martínez López un apunte interesante: “La población africana tiene un acervo genético más diverso, de forma que cuando se hacen ensayos clínicos aquí los resultados son ligeramente diferentes que entre caucásicos. Por ejemplo, cuando empezó el VIH y las medicinas se fabricaban fuera, las dosis resultaban demasiado elevadas para la gente de aquí y se morían”.

Eso no significa que solo se estudien problemas bajo una óptica local. Por ejemplo la vacuna RTS,S, llevada a cabo a lo largo de década y media por científicos africanos, ya ha sido autorizada por la OMS en la lucha contra la malaria. Pero para Oloog —reciente ganadora del Premio Harambee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana— es importante que los investigadores sean africanos porque “entienden el contexto. Cuando nos llegan protocolos de investigación para analizar, tienen que tener un anexo sobre el ambiente del lugar específico de la investigación”.

El papel de la educación superior

Mientras analizamos estos casos positivos no perdemos de vista los obstáculos que enfrenta el continente. Como dice el físico senegalés Youssef Travaly, “la economía mundial se está convirtiendo en una economía basada en el conocimiento. Pero el peso de la tecnología en el PIB de los países africanos es muy bajo. Si hay una brecha tecnológica, inevitablemente habrá una brecha de prosperidad”. El bajo porcentaje de producciones científicas en África Subsahariana —solo 198 personas por cada millón de habitantes son investigadores; en Reino Unido el ratio es de 4.500 investigadores por cada millón— hace ver que, pese a la pulsión emprendedora, hay mucho por hacer.

Vincent Rivasseau, presidente de la Asociación para la Promoción Científica de África (APSA), afirma que “el principal reto es desarrollar programas transfronterizos y, de ser posible, panafricanos”. Como se recoge en el artículo “Ciencia en África: un paso adelante” de Lourdes Romero, Rivasseau hace notar que “Benín, Senegal, Ghana, Gabón y Camerún tienen un buen nivel en física. Nigeria está haciendo cosas y lo mismo podría decirse de Kenia. Ruanda está logrando resultados impresionantes; Madagascar es un caldo de cultivo para el talento, a pesar de los trastornos políticos; Costa de Marfil está resurgiendo de sus cenizas; Burkina Faso, a pesar de sus escasos recursos, está haciendo grandes cosas. Y Etiopía está desarrollando su propio programa espacial”.

Etiopía y Suráfrica, líderes en investigación y desarrollo

De Etiopía hay que destacar su Academia de Ciencias (EAS), establecida para promover una cultura de investigación científica entre la población. Abarca las diversas disciplinas de la ciencia y reconoce el papel irremplazable que cada una desempeña en el desarrollo de la innovación, la creatividad y el enriquecimiento de la calidad de vida de los etíopes.

Otro país a destacar es Somalia, cuyo Centro de Investigación de Recursos Naturales de Somalia (SONRREC) se estableció en 2016 con el objetivo de administrar, proteger y dar forma de manera sostenible a los recursos naturales del país —agricultura, ganadería, pesca y recursos marinos, recursos hídricos, energía, petróleo y minerales…—, base de las oportunidades económicas fundamentales y el bienestar de la nación.

Son dos buenos ejemplos de dos países vecinos que comparte problemáticas pero sobre todo el deseo ferviente de avanzar: de que África y toda la humanidad avancen.

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