El lado oscuro del cacao: explotación laboral y pobreza en Costa de Marfil

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Costa de Marfil depende de la producción del cacao, una de las aportaciones clave a su riqueza. Pero esta tiene un grave efecto en la deforestación, el trabajo infantil y la falta de ingresos dignos.

¿Te gusta el chocolate? Vigila su lado oscuro. Casi el 40% del cacao del mundo se produce en Costa de Marfil. Este país cuenta con cerca de 2,5 millones de hectáreas dedicadas al cultivo del fruto, explotadas por cerca de 920.000 productores, la mayor parte de ellos pequeños propietarios. Detrás de estos datos está la tala de bosques: el monocultivo de la planta con la que se hace el chocolate ha convertido 12 millones de hectáreas de bosque de 1960 en menos de tres en 2020. Al país ya solo le queda aproximadamente un 10 % de su bosque original. Agotado y lleno de tóxicos, el suelo queda pronto estéril, y ante eso los agricultores avanzan bosque adentro para seguir plantando.

Pero si, como ha llegado a admitir recientemente el director general del Consejo para la Regulación, Estabilización y Desarrollo del Sector del Café y el Cacao en Costa de Marfil, Yves Koné Brahima, “el sistema de cultivo del cacao ha alcanzado sus límites ecológicos”, el daño humanitario es mayor, si cabe. Según distintos informes, es sabido que el cultivo de cacao marfileño emplea a más de dos millones de niños.

La degradación del bosque y su impacto en la vida local

Esta mano de obra explotada, prohibida y penada, trabaja a menudo en plantaciones ilegales, muchas de estas en bosques protegidos. Lo normal es que ejerzan gratis esa labor —muchas veces tras ser vendidos por sus padres por escasos cientos de euros— y que duerman al raso o en lugares sucios, donde se exponen a serias enfermedades. Sus largas jornadas transcurren en condiciones insalubres, expuestos a productos químicos —caso del glifosato, herbicida potencialmente cancerígeno—, llevando pesadas cargas y manipulando machetes para extraer el fruto de las vainas de cacao.

El proceso avanza con la venta del cacao por parte de los productores a grandes empresas a las que prácticamente no conocen. Y es recíproco: estas empresas tampoco saben nada de lo que ocurre en los campos de cacao. La cadena sigue implacable hasta su destino: los supermercados y grandes superficies del mundo entero; sobre todo de Estados Unidos y Europa, que son quienes controlan cerca del 80% de las importaciones mundiales de cacao. Las cifras dan fe de la desproporción: hace poco la compañía chocolatera líder Mars llegó a cerrar su ejercicio anual con 18.500 millones de dólares de beneficio; el PIB de Costa de Marfil ese mismo año era de 31.750 millones.

La explotación infantil en las plantaciones de cacao y la salud de los trabajadores

Las denuncias sobre la situación infantil en los cacaotales es conocida desde principios de este siglo, y se ha venido denunciando y restringiendo a partir de entonces a través de numerosas presiones, casi siempre con resultados opacos o poco definitivos. En 2001, debido a la presión aplicada por el Congreso de Estados Unidos y a los posibles boicots de este país y del Reino Unido, los fabricantes de chocolate prometieron comprometerse con la eliminación del trabajo infantil forzado. En 2012, Ferrero y Marte prometieron que pondrían fin a la esclavitud del cacao para 2020.

Como consecuencia de estos descubrimientos se activó a finales de la década de 2010 el protocolo Harkin-Engel, enmienda legislativa presentada en Estados Unidos para financiar el desarrollo de una etiqueta que certificara la ausencia de esclavitud infantil en los productos de chocolate vendidos en este país. La Unión Europea también lo implementó en 2012. Pero poco después, en 2015, un informe publicado por el Centro Payson para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Tulane, financiado por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, informó de un aumento del 51% en el número de niños trabajadores (1,4 millones) en la industria del cacao en 2013-2014, en comparación con el bienio 2008-2009.

En diciembre de 2014, el Departamento de Trabajo de Estados Unidos hizo público un informe sobre las condiciones laborales en todo el mundo, visibilizando una lista de bienes producidos por trabajo infantil o forzoso en seis países —entre un total de 74— donde la industria del cacao empleaba a niños menores de edad. Costa de Marfil y Nigeria fueron señalados como recurrentes tanto en el trabajo infantil como en el trabajo forzado. En la lista también figuraban Camerún, Ghana, Guinea y Sierra Leona.

Los esfuerzos por una producción de cacao más sostenible

Es cierto que en los últimos años se han tomado medidas, algunas de ellas firmes, como las de pagar a los productores que ofrecen condiciones más fiables. Además, el mapeo —mediante tecnología que va desde el GPS hasta el uso de blockchain— permite la trazabilidad del cacao, así como evitar el fraude y el abuso.

Pero el problema de fondo radica en la pobreza en la que viven los productores de cacao. Ellos dicen que no quieren que sus hijos trabajen, pero la situación de necesidad en la que se encuentran no les deja otra opción. Nosotros, como consumidores, sí tenemos en nuestra mano cerciorarnos de que el chocolate que llevamos a casa cuente con la certificación de apoyo a los productores. Es nuestra manera de forzar a las marcas a acabar con el trabajo infantil y de cuidar con el medio ambiente en Costa de Marfil de un modo que posiblemente sea más complicado para los propios productores.

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