El afrofeminismo ha recorrido un largo camino desde sus orígenes precoloniales hasta la actualidad. Grandes mujeres han luchado —y siguen haciéndolo— por conseguir una sociedad justa y equitativa.
El afrofeminismo es un panorama diverso y complejo donde hay mucho hecho, pero donde falta mucho por hacer. Aunque incorpora las cuestiones de igualdad y violencia de género a las que estamos acostumbradas en Occidente, su problemática suma otras coordenadas propias que van desde el colonialismo al racismo, de la pobreza a las tradiciones culturales.
Es un movimiento interseccional (pues contempla la convivencia de distintas formas de opresión como la raza, la clase, la etnicidad y la orientación sexual), está sujeto a contextos culturales diferentes y pasa por el deseable acceso a la educación, la atención sanitaria y los derechos humanos, específicamente los de las mujeres, demasiado a menudo violados.
Orígenes y evolución del feminismo en África
El feminismo en África, repleto de historias anónimas que se remontan al principio de los tiempos, nos llevaría a las sociedades precoloniales en las que mujeres como Amina de Zaria en Nigeria, la reina Nzinga de Ndongo y Matamba en Angola y las Amazonas de Dahomey (actual Benín) desempeñaban roles de liderazgo en sus comunidades.
Mucho más tarde las invasiones europeas importarían sistemas patriarcales y políticas coloniales, acentuados aún más por las misiones cristianas. Contra todo ello participaron activamente las mujeres en las luchas anticoloniales; las nigerianas de la etnia ibo lideraron la Revuelta de las Mujeres de Aba en 1929 contra las políticas fiscales británicas, sin ir más lejos. Y en Sudáfrica fueron resistencia contra el apartheid, organizando huelgas y manifestaciones; así lo hizo la Federación de Mujeres Sudafricanas (FEDSAW).
Líderes feministas que han moldeado África
En los últimos años, el feminismo africano ha crecido de un modo importante, incorporando perspectivas globales y locales para abordar problemas específicos de las mujeres africanas desde organizaciones como el African Women’s Development Fund (AWDF) o el African Feminist Forum, concebidos para la colaboración y el empoderamiento de las mujeres africanas.
Aparte de estas instituciones hay mujeres sobresalientes que han hecho mucho por el feminismo como la liberiana Ellen Johnson Sirleaf (primera presidenta mujer de África, galardonada además con el Premio Nobel de la Paz en 2011), Leymah Gbowee (también Premio Nobel de la Paz, y conocida por su trabajo en movilizar a las mujeres de Liberia para lograr la paz durante la Segunda Guerra Civil de este país) o Wangari Maathai (fundadora del Movimiento Green Belt Movement, Nobel de la Paz en 2004 por su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz).
Esta lista podría completarse con nombres de grandes luchadoras y activistas contemporáneas como la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, la cantante surafricana Yvonne Chaka Chaka, la bloguera tunecina Aya Chebbi, la periodista ugandesa Rosebell Kagumire, o la diplomática surafricana Nkosazana Dlamini-Zuma, que ha sido presidenta de la Comisión de la Unión Africana.
Desafíos únicos del feminismo africano
Los avances propulsados por estas grandes mujeres —y por tantos movimientos: Mujeres de Nigeria, Mujeres de Liberia por la Paz, el Young Feminist Movement, el African Feminist Forum, el #BringBackOurGirls de Nigeria o el Market Women’s Movement de Ghana— siguen enfrentando grandes desafíos como la violencia contra las mujeres (incluida la violencia doméstica y la mutilación genital femenina), el acceso a la Educación y la representación política, aún insuficiente en muchos países africanos.
En su contra afrontan barreras culturales y sociales (sobre todo culturales) y obstáculos políticos y legales (legislaciones obsoletas y sexistas). Para revertir esa situación debe seguir la resistencia, la organización y la lucha constante de estas mujeres por sus derechos y la igualdad de género. La fuerza del afrofeminismo sigue siendo crucial para el cambio social en el continente.