En la comunidad rural de Gamé Sèva, al sur de Togo, 50 bebés vienen al mundo cada mes. 50 vidas nuevas que se unen a las casi 14.000 personas que viven en esta zona rural empobrecida al sur del país.
Rolande sostiene con soltura a su hijo Felix, de apenas 3 meses, que hoy recibe varias vacunas según el calendario de vacunación establecido por el Ministerio de Sanidad. Junto a Rolande, Rosaline, Akussiwa, Adjo y Deborah también esperan para inmunizar a sus bebés.
Entre tantas madres, la matrona del centro médico-social de Gamé Sèva no da abasto. Judith Angba Tantar llegó a este centro en 2018 y desde entonces se encarga de acompañar a las madres de esta comunidad. Ella sola gestiona las consultas prenatales, asiste los partos y hace un seguimiento posterior de todos los bebés. Aunque no todas las mujeres embarazadas se acercan al centro de salud para seguir las pautas de Judith.
“Antes de la pandemia asistíamos unos 40-50 partos al mes, pero por el miedo a la COVID-19 muchas mujeres embarazadas dejaron de venir al centro. Las consultas prenatales bajaron. Ahora las mujeres que vienen a verme lo hacen a partir del sexto mes de embarazo o directamente vienen a parir. Esto hace que, sin un correcto seguimiento, haya más complicaciones que si las viese desde el principio, porque no vienen a hacerse todas las pruebas necesarias. Mi ayudante y yo derivamos cada vez más casos que se complican al hospital regional”.
Cuando esto sucede, al no disponer de una ambulancia, recurren a algún taxi o vehículo personal, con la dificultad que esto supone para trasladar a una mujer en pleno parto.
Cuando nacer en Gamé Sèva, Togo, te enfrenta a enfermedades olvidadas
Y es que nacer en Gamé Sèva entraña unos riesgos que en otros lugares parecen impensables. Una vez superado el parto con éxito, los bebés se exponen a una multitud de enfermedades que condicionarán su esperanza de vida, su desarrollo y su bienestar. El libro de sus vidas tendrá menos páginas que las de un bebé de cualquier otro lugar del mundo, y contarán con menos recursos para sobrellevar sus problemas de salud.
En este contexto, el centro médico-social de Gamé Sèva es la única infraestructura sanitaria pública disponible para unas 14.000 personas a 20km a la redonda. En esta suerte de ambulatorio atienden a pacientes de la comunidad aquejados de diferentes enfermedades. Solamente la carretera principal que atraviesa el país está asfaltada, y discurre frente al complejo sanitario. El resto son caminos de tierra batida.
Caminos que transitan las 14.000 vecinas y vecinos de Gamé Sèva que dependen de este ambulatorio. Algunos de ellos viven en núcleos de población que se encuentran a 17 kilómetros de distancia. Una distancia que, ante una emergencia, recorren a pie o en moto. Esto dificulta que muchas personas se acerquen al centro de salud cuando están enfermas, o cuando han de dar a luz o ponerse una vacuna. Pero los problemas estructurales del centro médico-social de Gamé Sèva van más allá.
“Falta personal sanitario para atender a nuestra comunidad”
“Hace 8 años me destinaron a este lugar como asistente médico tras terminar mis estudios en Lomé” asevera Razak Gbadamassi, responsable del centro. Razak tiene 36 años y vive en una pequeña casa adosada al ambulatorio con su mujer y sus tres hijos. Aunque no es médico, gestiona el lugar y se coordina con las otras 7 personas que trabajan aquí: la matrona y su auxiliar, un enfermero, un técnico superior de laboratorio y su ayudante, el farmacéutico y una mujer que se encarga de la seguridad.
“El principal problema que tenemos en Gamé Sèva es la falta de personal sanitario cualificado para atender los problemas de salud de nuestra comunidad”, afirma Razak. Y es que el propio centro cuenta con estructuras precarias para una buena atención y seguimiento de las vecinas y vecinos que acuden a él.
“Apenas tengo una nevera pequeña con reactivos en esta habitación tan pequeña”
Por un lado, no dispone de una fuente de energía constante, ya que los cortes de luz son periódicos y no hay un generador de emergencia para mantener la corriente. Esto afecta principalmente a la refrigeración de las vacunas y reactivos que se guardan en la salita habilitada como laboratorio. El encargado del laboratorio, Kodjo Koutoglo, se queja de que el espacio que tienen es muy pequeño. “Apenas tengo una nevera pequeña con reactivos en esta habitación tan pequeña” admite.
“Estoy reclamando que nos construyan un edificio frente a esta sala donde mi asistente y yo podamos tener un laboratorio en condiciones, donde podamos realizar pruebas que ahora no podemos hacer por falta de medios, como las hematologías”. A Kodjo además le frustra no poder realizar todas las pruebas necesarias para dar un diagnóstico claro a los pacientes. “Hay gente que vive a 10 o 20 km de este centro y tiene que perder mucho tiempo en llegar hasta aquí y esperar a que le hagan pruebas. Si no podemos realizarlas los derivamos al hospital regional, que está aún más lejos”.
La investigación, la detección precoz y un diagnóstico rápido son esenciales para un tratamiento adecuado y a tiempo, y aquí los medios para ello son inexistentes. Además, los pocos medios para recoger las muestras y conservarlas, o enviarlas a un laboratorio más capacitado, hacen que la detección de enfermedades como las ETD sea difícil.
El difícil acceso a las consultas y el coste de los medicamentos
En otra de las salas, la sala de curas, el centro tiene un arcón refrigerador donado por la iniciativa internacional GAVI (Alianza para la Vacunación). Aquí almacenan más vacunas y acumuladores de frío que se utilizan para mantener la cadena de frío de los portavacunas que los sanitarios utilizan en sus visitas a la comunidad. Si la población no puede acudir al centro, a veces la solución pasa por que el personal sanitario se desplace a los lugares más inaccesibles.
A la carga de trabajo excesiva por la falta de personal cualificado y a la carencia en infraestructuras y tecnología médica se une el difícil acceso a las consultas y los medicamentos necesarios para tratar las enfermedades más comunes de Gamé Sèva. En Togo, los medicamentos no están cubiertos por el sistema sanitario público. Solamente dos tratamientos son gratuitos: el de la malaria, ya que es el problema más grave y frecuente en el país; y el de las ETD como el pian o la úlcera de Buruli, gracias a la colaboración de Fundación Anesvad y la organización alemana DAHW.
Las consultas médicas tampoco son gratuitas
Las y los togoleses tienen su cartilla sanitaria, pero han de pagar por cada consulta o visita. “Los precios de los servicios que ofrece nuestro centro los establece el Estado y son los mismos para todos los centros de este tipo en Togo” confirma Razak. En resumidas cuentas, la red pública de salud es endeble y apenas proporciona una atención sanitaria gratuita a la población togolesa. No en vano, en Togo solo el 15% del gasto sanitario total se realiza en la sanidad pública. Quien tiene dinero acude a clínicas privadas, quien no lo tiene hace un esfuerzo por pagar las consultas públicas.
Si tomamos la renta per cápita como referencia, un togolés medio gana unos 70€ al mes. “Para una consulta normal con un asistente o enfermera, si se trata de un centro médico-social (como el de Gamé Sèva), el precio es de 500 francos (unos 75 céntimos de euro)” nos cuenta Koffi Fombo, del equipo de Fundación Anesvad en Togo. “Si se trata de una consulta con un médico la cifra asciende a 1000 francos (1,50€)”. Las cifras se incrementan el triple (4,50€) para las consultas especializadas y las consultas en hospitales. En proporción al poder adquisitivo de las familias, estas cifras suponen una carga añadida a su economía. Y el 55% de la población togolesa vive por debajo del umbral de la pobreza.
Nazcas donde nazcas, sanidad
Todos estos factores hacen que el fortalecimiento del sistema de salud sea primordial en países como Togo. Porque sin personal médico, suministros e infraestructuras, controlar y tratar las enfermedades es imposible. Las enfermedades olvidadas, las de la pobreza, necesitan de recursos para investigarlas y tratarlas.