La apuesta por proyectos innovadores en la educación infantil permite una perspectiva de trabajo para conseguir mejoras futuras en áreas como la sanitaria.
“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Una frase cuyo autor fue Nelson Mandela, ex presidente de la República de Sudáfrica, y que recoge una enorme realidad: a través de la educación se construyen los cimientos futuros de nuestra sociedad. La apuesta por proyectos innovadores en educación infantil es una pequeña piedra que posibilita la base del cambio.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 tiene su foco de atención en garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad. Sin embargo, este objetivo lejos de estar garantizado sigue siendo un gran reto mundial. Antes de la pandemia de la Covid-19 cerca de 258 millones de niños y niñas estaban fuera de la escuela en todo el mundo. Un alto porcentaje de esta cifra vive en el África Subsahariana. Una ausencia educativa que dificulta el aprendizaje y provoca notables limitaciones vitales, sobre todo en aquellas personas con mayores niveles de pobreza y riesgo de exclusión social.
Y es que pisar o no un aula puede ser la diferencia entre conocer o no la existencia de una determinada enfermedad, entre poseer los conocimientos para acceder a un empleo digno y gozar de independencia o estar en situación de vulnerabilidad ante la desigualdad. Entrar o no en un aula de enseñanza representa una diferencia abismal en el tipo de vida que se puede llegar a tener.
Innovación para impulsar el aprendizaje
En el caso de la educación el concepto de innovación hace referencia al uso de prácticas o metodologías que transformen la enseñanza.
Al pensar en la innovación es bastante automática la asociación con la tecnología y el avance que esta ha supuesto. Sin embargo, las opciones de apostar por proyectos innovadores en educación infantil son mucho más amplias. La innovación puede partir desde la enseñanza de aquello que ocurre cerca de la comunidad educativa y, de esta forma, ofrecer a los niños y niñas un conocimiento que les ayudará en su vida cotidiana. Innovar puede ser ofrecer luz sobre lo que se desconoce.
La educación en el África Subsahariana
Si fijamos la mirada en África Subsahariana encontramos que esta presenta las tasas más altas de exclusión educativa. En la actualidad, más de la mitad de los niños y niñas están sin escolarizar. Además, existe una notable desigualdad y las niñas tienen mayores dificultades para el acceso a la educación algo que, en el futuro, también conlleva peores oportunidades vitales.
Pero no se trata solo del acceso a la enseñanza sino también de las condiciones. Muchos de los menores escolarizados ingresan en la escuela sin habilidades básicas. Algo que se agudiza sobre todo en aquellos niños y niñas que proceden de entornos más desfavorecidos y empobrecidos. Un punto de partida en circunstancias desfavorables que suele desembocar en una mayor probabilidad de abandono escolar y fracaso educativo.
Y si la situación no fuera ya lo suficientemente compleja, además África Subsahariana presenta la población en edad escolar que está creciendo de forma más rápida en el mundo. Un crecimiento que hace aún más difícil la mejora de la situación.
La historia de Innocent
Pero ni mucho menos todo lo que se encuentra son resultados negativos. La mayoría de los estudios que se han realizado en África Subsahariana reflejan una correlación entre el nivel de estudios de los progenitores y la educación de los niños o niñas. Cuánto más alto es el nivel de educación del padre o de la madre más opciones existen de que los más jóvenes estén escolarizados.
Pero no es la única correlación. Por ejemplo, un alto nivel de educación conlleva una mejor salud. Y es que el derecho a la salud y el derecho a la educación están íntimamente ligados. Una buena muestra de ello la encontramos en la historia de Innocent, un niño de 10 años que vive en la comunidad rural de Obrayebona en Ghana.
En su caso, la escolarización y el acceso a la educación fueron claves en su vida. Innocent y su padre Samuel acudieron a una charla de sensibilización sobre la detección del pian, una de las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD). La información que recibieron hizo que el padre sospechara de una herida que su hijo tenía desde hacía varios días. La formación recibida les llevó hasta un centro de salud comunitario donde tras un test detectaron que el joven Innocent tenía pian.
Si Innocent y Samuel no hubiesen tenido acceso a esa charla informativa habría pasado mucho más tiempo antes de que consiguieran detectar la enfermedad. Algo que, en este caso, habría conllevado la presencia de notables secuelas de por vida. Educación y sanidad se dieron la mano para ofrecer un futuro mejor a Innocent.
Es clave garantizar el derecho de los más pequeños a recibir una formación educativa que les permita adquirir unas destrezas, conocimientos y habilidades que multipliquen sus oportunidades.
