Hospitales en África: cuando la bandeja de la comida no llega

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“A mediados de mes el saco de 25 kg de trigo que reciben los pacientes ya está casi acabado, es su único sustento” dice Piten, el asistente médico responsable del pabellón de úlcera de Buruli que está situado al final del Hospital de Tsévié, en la Región Marítima de Togo. La unidad se sitúa al final del Hospital, allí donde no va nadie.

Aquí, pacientes como Sarah, Kodzo o Micheline reciben un pequeño sustento alimenticio gracias al Programa Nacional de Lucha contra las ETD del gobierno togolés, financiado por Fundación Anesvad y la ONG alemana DAHW. El resto de pacientes dependen exclusivamente de sus familiares y amigos para comer.

Esta realidad es común en los hospitales de todo África subsahariana. Los pacientes dependen exclusivamente de su red familiar y social para alimentarse. Y, en momentos de crisis e inflación, las personas enfermas suponen una boca más que alimentar y una mano de obra menos para sobrevivir.

“No están acompañados y solo Sarah recibe una pequeña ayuda económica por parte de familiares que viven lejos, en Benín” prosigue Piten. Ella tiene un mínimo de sustento que invierte en moler los cereales que de manera gratuita le facilita el hospital. Otros como Kodzo o Micheline buscan alternativas para sobrevivir: él trabaja en el campo a pesar de su herida abierta en el pie derecho, causada por la úlcera de Buruli; ella recibe pequeñas limosnas del resto de pacientes del hospital.

Sube el precio de la comida, baja la atención sanitaria

Desde que empezó la invasión de Ucrania, el precio del trigo ha subido un 181% en los países del Golfo de Guinea. Togo importa más del 40% del trigo de Rusia; Benín, el 100%. Las previsiones no son buenas a corto y medio plazo.

A la inflación generada por la guerra se añaden otros factores que influyen en la carestía de la vida. Además de la COVID-19, la inestabilidad se acentúa por la guerra contra los terroristas en los países vecinos y las sanciones contra países en los que se han producido golpes de Estado, como Burkina Faso y Malí.

 “Casi todos los productos se han visto afectados por la subida de precios. Sobre todo, los productos básicos, como el combustible y los cereales. Lo que más ha subido es el trigo, la leche, el aceite y los condimentos” asevera Koffi Fombo, del equipo de Anesvad en Togo. “La leche, que estaba a 350 francos CFA (0,53€) en marzo de 2020, se vende ahora a 600 francos (0,91€), casi el doble; y el bidón de 25 litros de aceite vegetal ha pasado de 22.000 francos CFA (33,50€) en diciembre de 2021 a 27.000 (41,15€) en la actualidad”.

En la vecina Benín, la situación es idéntica. Nuestra compañera Flora Balle Houndjrebo nos cuenta que la situación “es preocupante. El 3 de abril, el ministro de economía organizó un debate oficial sobre la carestía de la vida en general, ya que han subido los precios de la harina de trigo y productos derivados, el aceite y la gasolina de forma alarmante”.  

En general, la carestía de la vida afecta a todos los ámbitos de la vida. Nuestro trabajo se orienta a que las personas que sufren enfermedades olvidadas puedan salir adelante. Para que puedan asimilar bien los tratamientos antibióticos, nuestras intervenciones tienen que ser capaces de asegurar al menos una comida completa al día. Y esto se antoja cada vez más complicado.

Mientras tanto, la vida en hospitales como el de Tsévié continúa. El mes que viene hay que volver a comprar los sacos de trigo que los pacientes necesitan; el mes que viene las familias tendrán que volver a aportar algo de lo poco que tienen; y la cesta de la compra no deja de encarecerse, sobre todo en los productos de primera necesidad.

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Mikel Edeso
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