El clima en África: un futuro incierto

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África será el continente más afectado por el cambio climático: cientos de millones de personas se verán afectadas por los fenómenos asociados al calentamiento global en los próximos años.

Ya está sucediendo. Hablamos de todo un continente, de 48 países que se extienden por 25 millones de kilómetros cuadrados, por lo que las consecuencias son muy diversas en África Central, Oriental y Occidental; en el Sur y en el Sahel. Pero no hay territorio ajeno a unas tendencias que ya son más que palpables, y que en las próximas décadas auguran un ascenso de hasta cuatro grados —dos es la media mundial—, según estimación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

¿Cómo está cambiando el clima en África?

Se prevén temperaturas más altas, sequías, patrones cambiantes de lluvia y una mayor variabilidad climática. A resultas de todo ello, el Quinto Informe de evaluación del IPCC apunta a riesgos graves en lo relativo a ecosistemas, disponibilidad de agua y sistemas agrícolas, con grandes impactos sobre la seguridad alimentaria.

La agricultura, que en la mayoría de países africanos se produce a pequeña escala y es de secano, es particularmente vulnerable a la variabilidad y al cambio climático, lo que lleva a augurar una influencia negativa en los precios de los alimentos, la seguridad alimentaria y las decisiones sobre el uso de la tierra. La disminución de los niveles de lluvia y las sequías han resultado en niveles más bajos de agua en las represas con impactos adversos en la generación de energía hidroeléctrica.

¿Previsión? Baja producción de energía eléctrica, un alto costo de la electricidad y cortes de energía.

El impacto en la vida y el medio ambiente

El cambio climático no permite ser optimista en cuanto a la carga de enfermedades infecciosas como la malaria, la esquistosomiasis, el dengue y la meningitis, males altamente sensibles a los desajustes meteorológicos y de alta presencia en el África subsahariana. Nuevas poblaciones estarán expuestas a la enfermedad, lo que acarreará la pérdida de años de vida saludables. Además, la carga de morbilidad puede ser más perjudicial para las áreas que carecen de la capacidad y los recursos para responder eficazmente a esos desafíos y tensiones.

¿Habrá un futuro sostenible para África?

En busca de una respuesta forzosamente afirmativa se celebró el pasado 4 de diciembre de 2023 en Dubai la 28.ª conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP28. Allí se rubricó una Declaración Regional sobre la Educación relativa al Cambio Climático —con firmantes como Burkina Faso, Costa de Marfil, Senegal y Togo—, seguida de la de Guinea, en la que de los trece estados miembros del Comité Interestatal Permanente de Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS) sellaban su compromiso por “redoblar esfuerzos para aumentar significativamente el nivel de financiación de la educación en el ámbito del cambio climático en África Occidental, movilizando recursos presupuestarios nacionales y basándose en múltiples fuentes (internacionales públicas y privadas)”.

La puesta en marcha de distintos fondos —uno para pérdidas y daños por más de 750 millones de dólares para los países más dañados por el cambio climático, otro de 7100 millones para la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria— se sumaron a la creación de la Alianza para la Infraestructura Verde en África, con un fondo de más de 175 millones de dólares. Hubo otros proyectos y alianzas de importancia medioambiental, como los bilaterales Alemania-Nigeria y Ruanda-Singapur. Pero, ¿puede acaso darse por resuelta una situación tan preocupante tras la celebración de un certamen tan marcado por las grandes promesas de los países poderosos como es la COP? En ningún modo.

El futuro del clima en África y en el planeta depende, aunque solo sea en una medida limitada, de todos y cada uno de nosotros. No bajemos la guardia.

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