La investigación sobre las ETD está infrafinanciada. Las políticas de salud, los intereses económicos y los aspectos sociales afectan a esta falta de financiación.
¿Por qué no se destinan tantos recursos, investigación y medios para atajar enfermedades que llevan azotando los contextos más empobrecidos durante años? ¿Por qué tras décadas de lucha contra las ETD muchas de ellas no se han eliminado si existen medios para ello?
Simplemente, las investigaciones para conseguir tratamientos y vacunas de estas enfermedades no son rentables. Invertir dinero para conocer más sobre las ETD no es rentable porque las personas que las padecen viven en países empobrecidos y no suponen potenciales compradores de tecnología y fármacos para detectar y tratarlas. Aun y todo, las ETD son tratables si hay más investigación, compromiso y recursos, pero nadie tiene prisa por curarlas.
La falta de interés por impulsar el diagnóstico y tratamiento de las ETD puede explicarse por cuestiones relacionadas con las políticas de salud y con intereses económicos.
La investigación sobre ETD y las políticas de salud
La baja inversión en investigación y desarrollo de fármacos para el tratamiento contra las ETD es atribuible no solo a la industria farmacéutica, sino también a las políticas públicas de los países endémicos; porque no todos los gobiernos contemplan, entre sus prioridades, la lucha contra las ETD. Las personas que sufren ETD viven, en su mayoría, en contextos rurales y empobrecidos. Quienes toman decisiones en el ámbito político, económico y sanitario no priorizan el bienestar y la salud de estas personas. Éstas, a su vez, no suelen ejercer su poder político individual.
La investigación sobre ETD y los intereses económicos
Es muy poco lo invertido en investigación y desarrollo para combatir las ETD. Esta inversión suele estar supeditada al lugar donde residen las personas más afectadas por esas enfermedades y a la posibilidad de que éstas perjudiquen o no al mundo occidental o enriquecido. Y es que la investigación sanitaria se basa en gran medida en incentivos del mercado, dejando de lado a las poblaciones más vulnerables.
En un análisis realizado hace más de una década por la oficina de Ayuda Oficial para el Desarrollo se estimó que, sólo el 0,6% del gasto sanitario de la ayuda al desarrollo estaba destinado a combatir las ETD. Mientras que, para el VIH/SIDA, se destinaba el 36,6%; para malaria, el 3,6%, y para tuberculosis, el 2,2%. Esto demuestra por qué, a lo largo de la historia, las ETD no han recibido tanta atención como otras enfermedades infecciosas. Lo paradójico es que muchas ETD pueden ser tratadas o controladas, si quienes las padecen accedieran a tiempo al diagnóstico y tratamiento necesario.
Debido a que las ETD no suelen ser rentables para la industria farmacéutica, no se ha invertido en estas de forma proporcional a la importancia que tienen. Apenas hay desarrollo de fármacos, vacunas y pruebas diagnósticas. A esta situación se la conoce como la “brecha del 10:90” según el Foro Mundial de Investigación Sanitaria. Esto significa que sólo el 10% de los recursos globales de I+D se está invirtiendo en enfermedades que afectan al 90% de la población. Por eso es tan pertinente apoyar las investigaciones, tanto clínicas como en implementación, que permitan generar un conocimiento de cara a responder eficazmente a los problemas reales de salud global. A día de hoy se dedican más recursos a la calvicie, a la disfunción eréctil o a la cirugía estética que a las ETD.
La importancia de la integración para atajar las ETD
El análisis de varios factores evidencia que, entre las mismas ETD los esfuerzos no son equitativos. Hay “ganadoras y perdedoras” en la carrera por los escasos recursos destinados a la lucha contra estas enfermedades. Esto se debe, en parte, a que las empresas o las fundaciones filantrópicas han prestado mayor interés a ETD que pueden tratarse con medicamentos.
Para superar esta inequidad se propuso la integración de varias ETD. Y es que la integración del manejo de enfermedades con las intervenciones de salud existentes puede mejorar la calidad de la atención que se brinda, además de facilitar la atracción de recursos de manera coordinada, de reducir los gastos operativos y de ampliar el alcance de los beneficios hacia toda la comunidad.
Por suerte, gracias al esfuerzo de muchos organismos que trabajan con las ETD, se están logrando avances en la percepción general, en la prevención y en el control de estas enfermedades. Parte de la industria farmacéutica y agencias internacionales de investigación se han sumado a la lucha contra las ETD, lo que ha supuesto un cambio cualitativo y cuantitativo.
Organizaciones como Fundación Anesvad, Raoul Follereau, DAHW y muchas otras trabajamos codo con codo con los Ministerios de Sanidad de países como Costa de Marfil, Ghana, Togo o Benín, para que se comprometan a financiar e incluir en sus programas públicos de salud la lucha contra las ETD.
Sin ir más lejos, en junio de 2022 la OMS eligió Costa de Marfil para lanzar su hoja de ruta 2021-2030 para la lucha contra las ETD de la piel. El gobierno marfileño adquirió el compromiso de invertir más de 6 millones de euros en sus programas de lucha contra estas enfermedades.