Factores históricos, socioeconómicos y políticos están entre causas de una situación que, aunque mejora día a día, lastra los Índices de Desarrollo Humano de diversos territorios.
Es innegable que el continente africano hay territorios que donde la pobreza es extensa y preocupante. Mientras se desarrollan proyectos para paliar y revertir esta situación —algunos, muy exitosos, obligan a señalar economías emergentes en los cuatro puntos cardinales— es importante hablar de esta asignatura pendiente.
Origen de la pobreza extrema en África
La pobreza extrema en África tiene sus raíces en una combinación de factores históricos, económicos, sociales y políticos. Estos nos remontan a la era colonial, en la que los países invasores arramplaron de un modo extenso, ilegítimo y duradero con los recursos naturales de África (minerales y petróleo entre otros). De este expolio quedaron señales en forma de fronteras artificiales —dibujadas sin consideración por las etnias que quedaban dentro de sus límites— y, como consecuencia, ulteriores conflictos, algunos de ellos en forma de guerra civil.
Otro factor es la inestabilidad política, causa o consecuencia de procesos políticos ineficaces, cuando no corruptos o dictatoriales. La cara más visible de estos regímenes es la distribución desigual de la riqueza y los ingresos (que sufre la población) y el comercio internacional y los precios bajos de los productos básicos exportados (que sufren los países en su conjunto).
No pueden dejarse fuera cuestiones demográficas (altas tasas de natalidad que contribuyen a la presión sobre los recursos y los servicios públicos) y climáticas (el calentamiento global es especialmente gravoso en África por la desertificación y degradación de las tierras). La suma de todos estos factores incide en los problemas de salud pública, visibles en enfermedades como el VIH/SIDA, la malaria y las Enfermedades Tropicales Desatendidas, definitivamente asociadas a la pobreza.
Países africanos más afectados por la pobreza extrema
El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es una medida compuesta utilizada por las Naciones Unidas para evaluar el desarrollo de los países a través de la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita. Estas tres dimensiones sirven para determinar qué países tienen un mayor desafío por delante.
Es el caso de Níger, uno de los IDH más bajos del mundo, con severos problemas de salud, malnutrición y enfermedades infecciosas que lastran su esperanza de vida. O de República Centroafricana, país de infraestructura y economía devastadas tras años de conflicto armado. Chad también tiene un IDH bajo debido a la debilidad de sus sistemas de salud y educación, a su alta tasa de pobreza y al desplazamiento interno de personas.
Sudán del Sur —debido a sus conflictos étnicos, causantes de desplazamientos masivos y crisis humanitarias—, Burundi —extremadamente dependiente de una agricultura de subsistencia afectada por la degradación del suelo—, Mali —estigmatizada por los conflictos armados y terrorismo en el norte—, Mozambique y Sierra Leona se encuentran en situación similar.
El papel de las entidades sociales ante la pobreza
El llamado tercer sector —que aparte de ONGs incluye fundaciones, cooperativas, asociaciones y entidades sin fines de lucro— lucha sin cuartel en la mitigación de la pobreza en África.
Lo hace en distintas direcciones: salud (implementando de campañas de vacunación masiva, programas de salud pública, establecimiento de clínicas móviles y centros de salud en áreas rurales y de difícil acceso); educación (construcción de infraestructuras escolares y provisión de recursos educativos) o agua y saneamiento (proyectos para proporcionar acceso a agua potable, como la construcción de pozos y sistemas de recolección de agua de lluvia).
También en materia de desarrollo económico, buscando acceso a financiación (vía microcréditos y servicios financieros para emprendedores locales y pequeños negocios, especialmente para mujeres) y capacitación en gestión de negocios. Y desde la participación comunitaria (con programas para fortalecer las capacidades organizativas y de liderazgo de las comunidades locales), la promoción y defensa de los Derechos Humanos y el empoderamiento de las mujeres. Todo ello logra, feliz y frecuentemente, un alivio de la pobreza rural y mejoras en salud pública.