Aunque tendemos a creer que África es puro sol, desiertos y sabanas, también tiene vastas extensiones de selva y clima mediterráneo. Pero el cambio climático amenaza con su desertificación.
Con cerca de 25 millones de kilómetros cuadrados, África Subsahariana comprende un total de 48 países. El territorio se divide en cuatro subregiones: la Oriental, la Occidental o del Este, la Austral o del Sur y la Central. Un área tan vasta, donde hay altitudes, pero también llanuras y mesetas, interior y costa, tiene climas necesariamente variados. Las lluvias constantes que emanan de los océanos Índico y Atlántico brindan climas tropicales y generan densos paisajes selváticos en África Central y Occidental, por ejemplo. Bajo estas se extiende la sabana. La costa brinda un clima mediterráneo más moderado. Y la dureza del Sahel, zonas desérticas.
El cambio climático en África subsahariana
Quedémonos en estas últimas. África subsahariana está seriamente afectada por el cambio climático, provocando entre sus principales efectos los cambios en los patrones de pluviosidad, factores que están detrás de las sequías, las inundaciones, el aumento de las temperaturas y, en definitiva, los desastres naturales que todo ello acarrea. Si los registros meteorológicos hablan de una subida de hasta grado en todo el territorio, en el Sahel la diferencia alcanza los tres grados. Según informe elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en 2014, los dos grados de media que podría subir el planeta en las próximas décadas podrían ser cuatro en África subsahariana. Además, de acuerdo al IPCC, este calentamiento será más rápido, aumentando la superficie del Sáhara y degradándose el oeste del continente antes que el resto.
Esto ya repercute en la vida de una extensa población que, dada su elevada dependencia del medio natural, ve amenazada su alimentación y procesos de desarrollo. De acuerdo con cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 2012) el aumento de la temperatura en 1,9 grados puede ir asociado a un incremento de la desnutrición en un 25% en África Central, un 50% en África Oriental, un 85% en África del sur y un 95% en África occidental.
Los efectos devastadores de la subida de temperaturas
La agricultura, vulnerable y poco desarrollada en su tecnificación, normalmente de secano y muy orientada al autoconsumo, es solo uno de estos cambios. Los fenómenos meteorológicos extremos (sequías, inundaciones, olas de calor) amenazan las áreas de cultivo y sitúan en una zona de gran inseguridad a millones de personas. El agua es factor clave, y no solo para la subsistencia humana y del campo, sino en materia energética: las sequías disminuyen el agua embalsada, capaz de producir electricidad, elevando el precio de esta e incrementando los cortes en el suministro. Es sabido que, además de todo esto, la escasez de agua puede generar guerras.
Pero nada hay tan grave como los efectos en la salud. El cambio climático está detrás del repunte (o aparición) de enfermedades como el dengue, la malaria o la esquistosomiasis, enfermedades que han encontrado en los cambios de temperatura las condiciones idóneas para su presencia. El parásito causante de la malaria, el Plasmodium falciparum, sobrevive y se replica cuando las temperaturas superan los 20 grados, de modo que un aumento de las temperaturas incrementa su desarrollo.
Sobre todo, esto se pronuncia así Petteri Taalas, secretario general de la OMM: “El empeoramiento de las crisis y la inminente hambruna en el Cuerno de África, asolado por la sequía, muestran cómo el cambio climático puede agravar las crisis hídricas, amenazar la vida de cientos de miles de personas y desestabilizar comunidades, países y regiones enteras”.
Urge un esfuerzo colectivo para que África Subsahariana, ínfimo responsable del cambio climático, no sea su principal afectado.
