La desigualdad infantil es la barrera infranqueable por la cual millones de niñas y niños no disponen de medios para su bienestar y desarrollo, perpetuando así el ciclo de la pobreza. Esto afecta a su salud, los expone a más violencia y merma sus oportunidades de formación y trabajo para un futuro digno.
¿Qué pasaría si las niñas y niños de nuestra familia no fuesen a la escuela? ¿O si no tuviesen alimentos o ropa para cubrir sus necesidades más básicas? Según datos de Naciones Unidas, uno de cada seis menores de edad en el mundo vive en condiciones de pobreza extrema. Dos tercios de ellos son de países de África subsahariana, donde sobreviven en hogares con ingresos de menos de un euro y medio al día.
La desigualdad infantil hace que el desarrollo físico y cognitivo de las niñas y niños de contextos empobrecidos sea muy inferior al de aquellos de contextos enriquecidos, impidiendo que puedan acceder a vidas dignas al convertirse en adultos. Además, los expone a cuotas mayores de violencia, enfermedades y perpetua el ciclo de la pobreza en el que están inmersos.
Trabajar para sobrevivir en vez de ir a la escuela
En un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF, “COVID-19 and child labour: a time of crisis, a time to act”, se denuncia que millones de niñas y niños se ven abocados a realizar trabajo infantil como mecanismo de supervivencia para ellos y sus familias. Se estima así que unos 152 millones de niños y niñas están en esta situación, y se prevé que las cifras puedan aumentar debido a la pandemia de la COVID-19.
En consonancia, la desigualdad de género corre el riesgo de agudizarse, puesto que las niñas son particularmente vulnerables a la explotación en sectores precarizados como el agrícola o el trabajo informal, doméstico o no remunerado de cuidados.
Estar sanos para romper con la desigualdad
Desde Anesvad, creemos que garantizar el Derecho a la Salud es una receta infalible para combatir la desigualdad infantil. A través de nuestros programas contra las ETD en África subsahariana, conseguimos que niñas y niños como Abigail y Emmanuel, dos hermanos ghaneses de 10 y 11 años, puedan tratarse del pian y puedan seguir yendo a la escuela de Obrayebona, la pequeña comunidad rural de Ghana donde viven. Gracias a la labor de voluntarios comunitarios a los que apoya Anesvad, las heridas ulceradas que ambos hermanos tenían en las piernas se trataron con antibióticos a tiempo, evitando deformaciones que los incapacitarían de por vida.
Debemos seguir luchando por políticas de cuidado e infancia como una prioridad de toda la sociedad, tratando a las niñas y niños como un bien público, como nuestro futuro.