Tras desoír durante años las recomendaciones que urgían a la comunidad internacional a frenar el calentamiento global, negando o relativizando a menudo el fenómeno mismo, el mundo parece haber entrado en una fase de aceptación de nuestra suerte climática. Pero,¿significa eso que estamos listas para contrarrestarlo o que procuraremos, ante todo, salvarnos a nosotras mismas?
Escasez de acceso a recursos hídricos
El primero y más obvio de sus efectos —aunque no el único— es la escasez de recursos hídricos. Los datos referentes al consumo de agua potable provistos por OMS, UNICEF y UN-Water en 2020 son reveladores:
- La población que utiliza agua potable de forma segura es de apenas el 19,56 % en Togo y del 30,03 % en el África Subsahariana, por el 99,59 % de España.
- La población que utiliza instalaciones de saneamiento de forma segura se limita al 9,13 % en Togo, el 13,32 % en Ghana o el 21,06% en el África Subsahariana. En España ese índice es del 95,67 %.
- La media de la población con acceso a instalaciones básicas para lavarse las manos en África Subsahariana y los países del Golfo de Guinea (Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benin) apenas llega al 23,8 %.
África reclama su papel
Se hace necesario recordar que la carencia de agua es un determinante social de la salud y que incide directamente en varias de las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETDs) y su control; la úlcera de Buruli, por ejemplo, relaciona su contagio con las aguas estancadas.
Es exigible recordar que el derecho al agua es un derecho humano fundamental, tal y como ha reconocido la Asamblea General de las Naciones Unidas el 28 de julio de 2010: “Todas las personas tenemos derecho a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, físicamente accesible y asequible para uso personal y doméstico”.
Urge, por último, reconsiderar que lo que para nosotras aún es algo físicamente accesible, es un producto de lujo en países africanos donde no solemos posar nuestra mirada, pero que nos surten de todo tipo de bienes y materias primas para nuestro consumo cotidiano. Nuestra cotidianeidad se sustenta en gran medida sobre África. Reclamar la justicia climática en África, en este sentido, debe ser un ejercicio de debida diligencia, y un reconocimiento de que nuestros destinos se entrecruzan.
La desertización del planeta y está afectando en primer lugar al continente africano, ¿no será razonable actuar, todas, allí cuanto antes para intentar contrarrestar sus efectos? Es por esto, entre otras cosas, por las que África reclama su papel.
Que el cambio climático no cambie su salud
El mundo necesita a África y África está acción… Y de su éxito depende en gran medida el nuestro. Por eso, en este día mundial de África queremos destacar el término “mundial”, ya que el cambio climático nos afectará a todas, pero no por igual. En África las problemáticas parecen más acuciantes; pero también las propuestas y soluciones que de allí surgen, representan una de las mayores esperanzas para que la humanidad recorra el camino de regreso al equilibrio climático y a la convivencia en la diversidad. Por eso, este 25 de Mayo, África somos todas.