La transición en Liberia: de la independencia a la modernidad

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Fundada en 1847 por antiguos esclavos negros regresados de América, Liberia y su independencia van dejando atrás su funesto pasado marcado por la violencia y las guerras civiles y avanza lentamente hacia un futuro mejor.

Declaración de Independencia: un nuevo comienzo

Fundada por esclavos liberados de Estados Unidos, con una Constitución calcada de la estadounidense, nació como país libre pero pronto esta minoría de colonos —los américo-liberianos— se hizo fuerte para gobernar con mano de hierro, durante casi siglo y medio, al otro 95% de la población. En 1980, un golpe de Estado indígena depuso al presidente William Tolbert e impuso a Samuel Kanyon Doe; ambos terminarían encarcelados.

No mejoraron las cosas en esos años: a Liberia le esperaban dos guerras civiles seguidas: la primera entre 1989 y 1996, con protagonismo del opositor Charles Taylor —que también sería encausado por crímenes de guerra y terminaría en el exilio— y la segunda entre 1997 y 2003. El país continuó con un gobierno de transición a cargo de un empresario (Charles Gyude Bryant, juzgado en 2007 por robo de fondos gubernamentales) y otro a cargo de Ellen Johnson-Sirleaf (una antigua economista descendiente de américo-liberianos e indígenas que estuvo al mando del país entre 2006 y 2018 y vio reconocida su contribución al país con el Premio Nobel de la Paz).

Liberia: de la independencia a la modernidad

A lo largo de los doce años de gestión de Johnson-Sirleaf, Liberia ha logrado aumentar su PIB en un 248%, pasando de 604 a 2.101 millones de dólares, y que la esperanza de vida escale desde los 56 a los 62 años. Pero también se ha visto abocada a la crisis del ébola que en 2014 mató a casi 5.000 personas y en 2016 arrastró el PIB del país —un país con un histórico déficit de infraestructuras— a un decrecimiento del 1,6%.

2017 escenificó el momento de transición: un antes y un después, o al menos una oportunidad para que una generación de niños que fueron soldados y ahora son adultos decidiera el futuro de su país: Liberia iniciaba así su primera transición democrática de poderes en siete décadas. Las elecciones de ese año pusieron en liza a una veintena de candidatos, entre ellos el ex vicepresidente ejecutivo de Coca Cola, el ex señor de la guerra Prince Johnson y el ex futbolista George Weah, candidato del Congreso para el Cambio Democrático (CCD). Ganó este último.

Hacia una nueva era: Liberia en el siglo XXI

Weah afrontó la empresa de mantener la paz en un país que ha sufrido dos guerras civiles (1989-1996 y 1999-2003) que costaron la vida a más de 150.000 personas y que causó centenares de miles de desplazados y refugiados. No es empresa fácil reducir la pobreza (el 50% de la población vive por debajo de su umbral), eliminar la corrupción y revitalizar la economía, tocada los últimos tres años desde la crisis del ébola.

Las urnas le castigan seis años más tarde: en noviembre de 2023, aceptada la nominación de su partido para presentarse a un segundo mandato, Weah reconoce su derrota en las elecciones presidenciales ante el opositor Joseph Boakai, las primeras organizadas sin la presencia de la misión de Naciones Unidas en el país. Haciendo gala de fair play, el ex futbolista admite que su partido “ha perdido las elecciones pero Liberia ha ganado. Es el momento de la elegancia en la derrota”.

La desventaja respecto a su rival era de algo más de 28.000 votos; escaso margen en un total de 1,6 millones. Boakai abre así una nueva etapa en la siempre complicada esfera política liberiana.

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