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Mary Donkor y la ciencia liderada por mujeres

Mary sueña con ser científica. Quiere estudiar enfermedades que afectan a su comunidad, pero el camino es difícil. No es solo la precariedad de la escuela lo que desafía su futuro.

  • Ghana
  • 6 de febrero 2025
Mary Donkor y la ciencia liderada por mujeres

Mary Donkor se resguarda bajo el alero de su escuela en Ellembelle, Ghana. La lluvia golpea con fuerza el techo de hojalata, y pequeñas corrientes de agua se filtran por las goteras. No hay clases hoy. Cuando llueve demasiado, los pupitres se mojan y las pizarras se vuelven inutilizables. Sus profesores han decidido suspender la jornada. 

Sin otro sitio a donde ir, Mary se queda en la escuela con su hermano menor y otros niños y niñas de la aldea. Su madre trabaja en las plantaciones de cacao y su padre en la minería ilegal de oro, el galamsey, una actividad que, aunque representa una fuente de ingresos para muchas familias, también contamina ríos y suelos con mercurio y cianuro… Y eso deriva en más contagios de enfermedades como Pian, Filariasis Linfática o Úlcera de Buruli. 

Mary sueña con ser científica. Quiere estudiar enfermedades que afectan a su comunidad, pero el camino es difícil. No es solo la precariedad de la escuela lo que desafía su futuro. Es la suma de factores que condicionan su vida: la falta de agua potable, el acceso limitado a atención médica y la constante incertidumbre económica… Y la educación. 

El acceso a una educación de calidad es, en sí mismo, un factor de salud. Las niñas con acceso a la educación tienen mayores oportunidades de desarrollarse, de tomar decisiones informadas sobre su bienestar, el de su entorno… Y sobre su futuro. El caso de Mary no es único. Muchas niñas en Ghana y en otros países africanos enfrentan las mismas barreras.

Y, sin embargo, algunas llegan a convertirse en científicas y reputadas investigadoras. Científicas con causa. Porque cuando provienes de un entorno humilde y logras, contra viento y marea, dedicarte a la investigación y la ciencia, no sueles olvidar de dónde vienes. Un claro ejemplo es la Dra. Lydia Mosi. De adolescente, Lydia también consideró abandonar sus estudios. La carga económica sobre su familia era demasiado grande y la presión social por formar familia, le hizo dudar en diferentes momentos.

Pero insistió. Se graduó, se convirtió en científica y hoy es docente y subdirectora del West African Centre for Cell Biology of Infectious Pathogens (WACCBIP) en la Universidad de Ghana. Es también una de las principales investigadoras sobre el método de transmisión de la úlcera de Buruli; una enfermedad ulcerosa de la piel que afecta de manera desproporcionada a comunidades pobres sin acceso a agua limpia.

Lo más interesante, para el caso que nos atañe en esta historia, es que su labor no solo se centra en la investigación biomédica; también trabaja en mejorar los Determinantes Sociales de la Salud -DSS. La doctora Mosi sabe que la crisis ambiental causada por el galamsey no solo contamina el agua, sino que también incrementa el riesgo de contraer Enfermedades Tropicales Desatendidas en comunidades vulnerables, como la de Mary Donkor.

La educación transforma a las niñas de hoy en las científicas de mañana

En este punto, resulta inevitable reflexionar sobre cómo se articulan los diferentes Determinantes Sociales de la Salud; que Lalonde definió como factores biológicos humanos, medio ambiente, estilos de vida y sistemas de asistencia sanitaria. Apoyar la educación no solo significa garantizar los derechos humanos a la salud y la educación, sino abrir puertas a un futuro en el que más niñas puedan convertirse en científicas. La educación y la ciencia son herramientas para transformar realidades. Ese denominado efecto multiplicador de la inversión en salud. No sólo previene y sana, también contribuye a poder optar a un modo de vida digno. Y al mismo tiempo, una vida digna también propicia una mejor salud.

Visibilizar el papel de las mujeres en la ciencia es clave para inspirar a nuevas generaciones, para que niñas como Mary Donkor sepan que su sueño es posible. Para lograr un cambio duradero, necesitamos unirnos en este camino. Por eso, cada 11 de febrero, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia nos recuerda que el talento no tiene género, pero las oportunidades sí deben garantizarse para todas las personas.