Bienestar socio-económico Bienestar socio-económico

El Río perdió su color 

La doctora Lydia Mosi y la importancia del acceso a agua limpia para evitar las ETD

  • Ghana
  • 25 de noviembre 2024
El Río perdió su color 

El río Ankobra siempre había sido azul. Azul cristalino sobre lienzo verde profundo. Serpenteando selva abajo hasta el océano Atlántico, durante generaciones ha sido fuente de sustento y único acceso a agua limpia para centenas de comunidades rurales en Ghana. Hoy sus aguas lucen, a vista de pájaro, opacadas por un tinte marrón.  Apenas se distingue su cauce de los encharcados lodos y balsas que componen sus márgenes.    

«¡Este río era cristalino!», nos espeta incrédula la Dra. Lydia Mosi. “Y supone el medio de vida de miles de personas…” Está viendo en nuestra pantalla, la fotografía del aspecto actual del río y no puede evitar sobrecogerse al recordar su última visita a la zona hace unos años. “No parece el mismo lugar”, concluye. 

Desde su laboratorio en el West African Centre for Cell Biology of Infectious Pathogens (WACCBIP) de la Universidad de Ghana, Lydia no sólo está en primera línea de la lucha contra la Úlcera de Buruli… También trabaja, junto a otros colegas y alumnado de postgrado, en propuestas innovadoras para mitigar el impacto del cambio climático sobre las ETD.  «La ciencia puede ofrecer respuestas, pero necesitamos voluntad política y un compromiso real con las generaciones futuras», enfatiza. 

Desembocadura del río Ankobra en Ellembelle, Ghana. Los residuos tóxicos colorean todo de marrón, incluso  varios kilometros mar adentro.

«Las comunidades pescaban, bebían y cocinaban con el agua del río Ankobra. Ahora, lo único que pueden recoger son enfermedades»

La causa de la transformación de este rio –y muchos otros– es el galamsey, la minería ilegal que ha envenenado las cuencas fluviales del país.  «La extracción de oro en el río Ankobra ha liberado mercurio, cadmio y otros metales pesados en el agua», explica la Dra. Mosi. «Estos metales no solo contaminan el río, sino también los alimentos que consumimos. Los peces prácticamente han desaparecido, los cultivos están contaminados, y las personas beben agua cargada de químicos tóxicos». 

Esta deriva no sólo es química, también provoca enfermedades: “La tala de árboles y las excavaciones constantes han removido grandes extensiones de tierra, liberando reservorios de bacterias”,  apunta la dra. Mosi.

«Estamos viendo un aumento alarmante de casos de Pian en las comunidades ribereñas de cuencas hídricas contaminadas por la actividad minera.»

Bacterias como el Mycobacterium ulcerans, causante de la úlcera de Buruli, o el Treponema pallidum pertenue, responsable del Pian. Junto a este problema, se suma el hecho de que todas las comunidades ribereñas dejan de poder utilizar su fuente de agua habitual para beber, cocinar o mantener su higiene. Todos ellos, elementos clave de los Determinantes Sociales de la Salud. La cuestión de la higiene personal está, en el caso del Pián, íntimamente ligada a la endemicidad: el 80 % de los contagios se da en menores de 15 años. Los principales focos de contagio son las escuelas y núcleos familiares con difícil acceso a fuentes de agua limpia.  

Lo que más alarma a la Dra. Mosi es cómo la crisis del agua y la salud está amplificada por la falta de recursos en las comunidades rurales. «Estas poblaciones ya eran vulnerables, sin acceso adecuado a agua potable ni servicios de salud», explica. «El Galamsey ha convertido esa vulnerabilidad en una catástrofe.”  

En Ghana, el agua tiene, en la actualidad, un nivel de turbidez siete veces superior al máximo recomendado para el consumo humano. Se estima que el 60% de los recursos hídricos del país ya están contaminados debido a la actividad minera, y se proyecta que para 2030 necesitará importar agua desde el exterior. Además, la minería ha provocado la pérdida de casi 5,000 hectáreas de bosques. 

Un alumno reclama fuentes de agua limpia a la puerta de su colegio en Ellembelle, donde a escasos metros han iniciado una explotación minera.

Esta contaminación de ríos y fuentes de agua ha incrementado la prevalencia de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) de manifestación cutánea. Ante este panorama, la construcción de nuevos pozos y la implementación de tecnologías innovadoras, como la captación de agua atmosférica, se presentan como soluciones urgentes. Estas medidas, que se engloban dentro de lo que se denomina estrategia WASH, no solo devuelven el agua limpia a las comunidades más afectadas, sino que también ayudan a prevenir enfermedades vinculadas a la proliferación de aguas contaminadas. 

Gracias al apoyo de Fundación Anesvad, organizaciones como RECFAM están construyendo pozos de agua potable para comunidades afectadas.

«Miles de personas deben caminar kilómetros para encontrar agua relativamente limpia, o gastarse sus escasos recursos en comprar agua envasada… Debemos invertir en sistemas que sean sostenibles y accesibles para estas poblaciones.»

Para la dra. Lydia Mosi, la lucha contra enfermedades tropicales desatendidas de la piel no puede separarse del esfuerzo por mitigar la crisis climática. «En lugar de plantar árboles para contener el cambio climático, los talamos para extraer oro. Nos quedamos sin agua limpia, la desertificación avanza y, con ella, la pobreza y las enfermedades».  

La crisis climática tiene profundas implicaciones en África, especialmente en términos de escasez de agua limpia. Se estima que más de 400 millones de personas en África subsahariana carecen de acceso a agua potable segura. Garantizar el acceso al agua limpia es esencial para abordar los determinantes sociales de la salud, claves a su vez para alcanzar el ODS 3, centrado en el Derecho a la Salud. A través de su estrategia WASH, y proyectos como AWA, Fundación Anesvad trabaja en la construcción de infraestructuras de agua potable, como pozos y sistemas de captación de agua atmosférica, en áreas con alta incidencia de ETD de la piel, como el distrito de Aowin o el de Ellembelle, por donde transcurre el rio Ankobra hasta su desembocadura en el océano Atlántico. 

Pese a los desafíos, Lydia Mosi no pierde la esperanza, ni su contagiosa sonrisa. Estos retos le hacen mantener, más fuerte si cabe, su compromiso por impulsar proyectos que permitan entender y mitigar los impactos negativos de la crisis climática sobre las ETD. 

El río Ankobra aún tiene una oportunidad de recuperarse, y eso es lo que defiende, a la postre Lydia Mosi. Su historia no es solo la de una doctora en microbiología e investigadora de referencia internacional. Es, también, la historia de una mujer consciente y comprometida con un medio ambiente saludable y el Derecho a la Salud para todas las personas.