Sadikou Fatim Christianne: agente de salud comunitaria y animadora cultural en Chiépo, Costa de Marfil

Mi papel en el proyecto de Fundación Anesvad y la Fundación Raoul Follereau consiste en inculcar conocimiento a mujeres y al alumnado de las escuelas.

En las escuelas nos centramos en que los menores conozcan los buenos hábitos de higiene y saneamiento y sepan distinguirlos de los malos. Les enseñamos cómo lavarse las manos, que hay que lavárselas después de cada comida, después de haber defecado, después de haber jugado. Hacemos este trabajo para que los niños puedan mejorar su higiene.

Antes de nada, tienes que amar lo que haces y yo amo lo que hago. Preparo las clases en casa con antelación. Cuando llego a clase, me presento al alumnado, les digo: «Buenos días, soy Fatim, me encanta el color azul y me gusta mucho el arroz».

Hago gestos para que los niños puedan estar al mismo nivel que yo, no uso palabras grandilocuentes, sino palabras sencillas, para que se puedan sentir identificados. Cuando veo que los niños están cansados, agotados, canto una canción para intentar motivarles y empiezo la clase.

Me siento feliz y satisfecha, estoy contenta. Cuando hablamos con los niños y niñas en la comunidad es como si nos dieran una gran motivación, porque nos aportan alegría, satisfacción, emoción. Así que hago todo lo que puedo para ponerlos al mismo nivel que los demás y me acerco a ellos.

No es fácil educar ni hablar en público, ¡a veces ante mil personas pequeñitas! Hay quienes tienen más timidez, que quieren hablar, pero les da miedo; en cambio otros levantan la mano: «Fatim, yo quiero hablar. Compro caramelos, me los meto en el bolsillo y, cuando me acerco, les pregunto: «¿Qué te pasa, estás malo?», me dicen «no», «entonces, ¿tienes miedo de hablar?» – «Sí» y yo: «No, no tengas miedo, poco a poco vas a mejorar», les doy un caramelo y así, ¡paf!, me gano su corazón.

Aquí vivimos de la agricultura así que hay muchas mujeres que trabajan en el campo y se dedican a las tareas domésticas. La mayoría son madres y, por tanto, soportan una carga pesada. Van al campo, vuelven del campo, tienen que cocinar, encargarse de los niños….

En las metodologías que hemos puesto en práctica les hemos enseñado sobre higiene y saneamiento o a fabricar jabón y hacer distintas confecciones. Esto les ha permitido sentirse realizadas. La formación que les hemos aportado ha sido un reto, pero después de estos dos años, ha habido buenos resultados. Al principio, eran reticentes, pero poco a poco, en la formación, lo comprendieron. Vinieron muchas, estoy muy contenta porque ha contribuido a hacerlas más autónomas y ahora hacen muchas más cosas por sí mismas.