Be Water, my friend
La historia de Azeh Awambeng
Azeh Awambeng, camerunés de origen, es un joven hecho a sí mismo. Desde muy temprana edad, la vida lo empujó a ser independiente. Mientras parte de su familia emigraba a los Estados Unidos, él, debido a su edad, se quedó en Camerún con su padre. Este hecho, lejos de quebrantarlo, forjó en Azeh un carácter determinado y sereno. Su padre siempre insistió en que debía valerse por sí mismo, y fue precisamente esa lucha por la autosuficiencia lo que lo moldeó. A pesar de las dificultades, Azeh siempre mantuvo la convicción de que podía construir un futuro mejor.
Después de finalizar sus estudios universitarios en Camerún, en 2014 decidió mudarse a Ghana. Economista de formación, Azeh no siguió el camino tradicional de una carrera en el ámbito financiero, sino que estudió un máster en gestión de proyectos sociales. Su trayectoria estuvo guiada por un fuerte compromiso social y por la convicción de que el agua, como elemento vital, tiene el poder de transformar vidas.
“El agua es vida. Está en cada aspecto de nuestra existencia diaria. Si no es segura, nada de lo que hacemos puede realmente prosperar.”
“El agua es vida. Está en cada aspecto de nuestra existencia diaria. Si no es segura, nada de lo que hacemos puede realmente prosperar.”
Hoy en día, Azeh trabaja como consultor para la Organización de la sociedad civil (OSC) WATER en Ghana, trabajando en un proyecto apoyado por Fundación Anesvad desde 2022. Participó desde el principio, aportando un enfoque holístico. Para él, la clave no solo está en resolver problemas técnicos, sino en conectar con las comunidades a nivel humano.
Se le iluminan los ojos cuando me comparte uno de los recuerdos más vívidos que guarda de su trabajo. “Fue en una pequeña comunidad montañosa donde el agua estaba contaminada con metales pesados”. No quiere mencionarlo abiertamente, pero esta contaminación está producida por el Galamsey, la minería que destroza bosques; luego arrasa la tierra con agua de los ríos cercanos y la devuelve llena de químicos y metales, como el mercurio.
“El ciclo del agua es un ciclo de transformación. Así como el agua puede transformar el polvo en cerámica, también puede transformar vidas si se maneja correctamente.”
“Solo una casa en todo el pueblo tenía pozo con agua potable, y el dueño, a pesar de contar con muy poco, compartía su agua con toda la comunidad. El poder de dar», continúa Azeh con una sonrisa llena de paz. Este simple acto de generosidad le dejó una profunda impresión. Fue en esa comunidad, al igual que varias más, donde implementó un sistema de filtración con filtros cerámicos, una tecnología sencilla pero que transformó la vida de las personas.
Más allá de los aspectos técnicos, Azeh también introdujo un programa de sanación de traumas, como una estrategia para trabajar la salud mental de las personas afectadas por ETDs. Cuenta que su método está inspirado en enseñanzas orientales, por las que desde hace años se siente muy atraído. Mientras me explica cómo funcionan las sesiones, no puedo dejar de visualizarlo como una especie de monje guerrero, o de artista marcial. Como aquel de las películas que decía be water, my friend.
Los traumas que puede provocar el haber contraído una enfermedad olvidada necesitan tiempo y cuidado para sanar. «Lo que hago no es solo trabajo técnico. Es una forma de devolver la paz, de traer alivio a las personas que han sufrido tanto». Azeh no busca reconocimiento por sus títulos o logros jerárquicos, es una persona que ha encontrado la felicidad en lo que hace. Quizá por eso su historia debe ser contada.
A pesar de relativa su juventud, en sus treinta y pico, ya ha dejado una marca imborrable en las comunidades donde ha trabajado. «Después de todo esto, puedo soñar con un mundo mejor», comenta con una sonrisa tranquila. Su vida es testimonio de cómo la determinación y una visión clara pueden cambiar el mundo. Gota a gota.